La Caja de Pandora ha quedado como símbolo de lo que no se debe abrir. “La raza humana vivía anteriormente sobre la tierra al amparo y abrigo de las penas, de la dura fatiga, de las dolorosas enfermedades que acarrean el óbito a los hombres. Pero la mujer, Pandora, levantando con sus manos la ancha tapa del ánfora que las contenía, las dispersó por el mundo y preparó a los hombres tristes pesares. Solo la Esperanza se quedó allí, en el interior de la infranqueable prisión, sin rebasar los bordes de la jarra, y no voló para afuera, pues Pandora ya había colocado de nuevo la tapa siguiendo la voluntad de “Zeus, el que congrega las nubes y lleva la égida”. Por consiguiente, en desquite, desde aquel día innúmeras desdichas reinan entre los hombres y están llenos de males la tierra y el mar. Las enfermedades, unas de día y otras de noche, a su aire, visitan a los hombres y traen el sufrimiento a los mortales, y en silencio, pues el sabio Zeus les negó la palabra.
Así pues no hay ningún medio de escapar a los designios de Zeus” Esta caja en cuyo fondo queda la Esperanza, es nuestro inconsciente con todas sus posibilidades inesperadas, excesivas, destructivas o positivas, pero irracionales, si son dejadas a ellas mismas. Paul Diel enlaza este símbolo con la exaltación imaginativa que se presta a lo desconocido encerrado en la caja y con todas las riquezas de nuestros deseos, y ve en él el poder ilusorio de realizarlos.
Así pues no hay ningún medio de escapar a los designios de Zeus” Esta caja en cuyo fondo queda la Esperanza, es nuestro inconsciente con todas sus posibilidades inesperadas, excesivas, destructivas o positivas, pero irracionales, si son dejadas a ellas mismas. Paul Diel enlaza este símbolo con la exaltación imaginativa que se presta a lo desconocido encerrado en la caja y con todas las riquezas de nuestros deseos, y ve en él el poder ilusorio de realizarlos.